miércoles, 23 de diciembre de 2009

Me sentia atrapada en una de esas pesadillas aterradoras en las que tienes que correr, correr hasta que te arden los pulmones, sin lograr desplazarte nunca a la velocidad necesaria. las piernas parecian moverse cada vez màs despacio mientras me esforzaba por avansar entre la multitud indiferente, pero aun asi, las manecillas del gran reloj de la torre seguian avanzando, no se detenian; inexorables e insensibles se aproximaban hacia el final de todo.
Pero esto no era un sueño y, a diferencia de las pesadillas, no corría para salvar mi vida; corría para salvar algo infinitamente más valioso. En ese momento, incluso mi propia vida parecía tener poco significado para mí.
Alice habia predicho que existían muchas posibilidades de las que las dos muriéramos allí. Tal vez el resultado habría sido bien diferente si aquel sol deslumbrante no la hubiera retenido, de modo que sólo yo era libre de cruzar aquella plaza iluminada y atestada de gente.
Y no podía correr lo bastante rápido... por lo que no me importaba demasiado que estuviéramos rodeados por nuestros enemigos, extraordinariamente poderosos. Supe que era demasiado tarde cuando el reloj comenzó a dar la hora y sus campanas hicieron vibrar el enlosado que pisaban mis pies demasiado lentos. Entonces me alegré de que más de un vampiro ávido de sangre me estuviera esperando por los alrededores. si esto salía mal, amí ya no me quedarían deseos de seguir viviendo.
El reloj siguió dando la hora mientras el sol caía a plomo en la plaza desde el centro exacto del cielo.

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